Estas son las reflexiones sobre la crítica, escritas por Diego Galán en El País, ayer, 4 de noviembre, con el título de "No me cuentes películas"
La crítica cinematográfica (en España) es un ejercicio intelectual completamente alejado de la realidad" ya que estamos en un país "donde más del 50% de la población confiesa sin rubor no leer nada". Lo asegura el periodista y reciente director de cine Ramón de España en Fotogramas que, curiosamente, es una revista cinéfila cuyos lectores buscan información y crítica. El caso es que los propios críticos están de acuerdo con el periodista; al menos, así lo manifestaron en un cursillo celebrado este verano: "Es un oficio abocado a la extinción, ya que nada puede hacer una crítica contra el poderío de la publicidad".
Pero es que muchas veces la publicidad se alimenta precisamente de lo que han dicho los críticos, en ocasiones manipulando lo escrito (no es lo mismo "las actrices impregnan sus personajes de un humor inteligente", que un simple "¡humor inteligente!"), pero como todo el mundo sabe, incluidos los distribuidores, el público se estimula con dichos comentarios. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.
Contra el pobre crítico, bueno o malo, que de todo hay en la viña, arremeten todos: los lectores que alguna vez les hicieron caso y salieron del cine defraudados, y naturalmente los directores y productores, siempre seguros de haber hecho un buen trabajo. "Nadie de niño ha soñado con ser crítico de cine", despotricaba Truffaut, que curiosamente había sido crítico duro antes que fraile.
La cuestión, según Ramón de España, es que a veces los críticos españoles pontifican, son redichos y confusos, o insultan en lugar de informar. Y que cuando se equivocan, hacen daño. Según para qué película, la crítica es fundamental. No es lo mismo meterse con grandes producciones americanas o contra el Torrente de Santiago Segura que con una película pequeña, que no tiene dinero para la promoción. Por ejemplo, Esperando la carroza, la estrafalaria comedia argentina de hace 20 años, recientemente estrenada entre nosotros, que en su país se considera todo un clásico, incluso con adaptaciones posteriores al teatro y al musical: algunos críticos españoles no la aceptaron, es más, creyeron que el papel de la abuela estaba interpretado por una mala actriz cuando en realidad se trata del caricato Antonio Gasalla, y pasó sin pena ni gloria: ahora se ha editado en DVD y, al parecer, está corriendo mejor suerte.
¿Qué hubiera sido de Fassbinder sin que la crítica le descubriera? (Se han editado ahora en DVD varias de sus películas coincidiendo con el 60º aniversario de su nacimiento). ¿Quién prestaría atención a Las llaves de casa, de Gianni Amelio, al fragmento de Eros dirigido por Wong Kar-Wai y hasta a la Arcadia de Costa Gavras sin su previo paseo por festivales y elogios críticos? ¿Qué hubiera sido de Woody Allen sin la crítica europea? Claro que tiene razón Ramón de España cuando piensa que la crítica podría ser mejor de lo que es actualmente, pero eso, amigo, pasa con todo. Incluidas bastantes películas.
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